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-Te aseguro que no te vas a arrepentir -me dijo agarrándome con fuerza la mano y dándome unas palmadas fuertes en la espalda mientras chocabamos hombros.
-Eso espero.
Cuando se estaba yendo por la puerta me dio en un papel anotado con tinta una dirección y me dijo que la memorizara y la tirara. Así lo hice.
La dirección que F.A. me había entregado me llevó a un chalet de tres pisos, color celeste, que se encontraba en las afueras del barrio Acassuso frente al Parque Natural Ribera del Norte. Las calles estaban muy rotas y era la única casa de toda la manzana. Estaba completamente desolado.
Corrí la pequeña reja de metal que me llegaba a las rodillas y me acerqué a la puerta. Los gruñidos y ladridos de un perro me sobresaltaron. Un enorme perro sin pedigree estaba atado con una cadena frente a la puerta. Escuché la inconfundible risa de L.V. y la voz de F.A. que diciendo un nombre hizo que el perro se callara y se sentara.
-Al fin llegaste -me dijo L.V. abriendo la puerta y acercándose para abrazarme. Nos pegamos fuertes palmadas en la espalda- ¿Cómo estás papá? Hace tanto que no nos vemos.
-Y, si seguís contando cosas ya no me vas a ver más, amigo -le dije entrando a por la puerta.
-Eso solo fue porque sabía que te iba a encantar esta idea y porque nos vamos a forrar de gita para el final -me dijo con una enorme sonrisa.
F.A. se me acercó y chocamos las manos.
-Te presento al resto del equipo -me dijo guiándome con la mano hacia una mesa que se encontraba en el centro de la gran sala el cuarto estaba vacío de inmuebles pero tenía papeles, fierros, computadoras y televisión con videos corriendo por todas partes. Un pequeño desastre con una larga mesa en el medio donde otros tres hombres estaban sentados discutiendo con papeles y fotos en las manos-. Este es A.T. -me dijo señalando a un joven, moreno, con una camiseta azul y unos jeans-, él es la fuerza bruta, tiene experiencia en robar bancos y blindados, este es J.Z., el chófer, experto en robo de autos y en picadas, y este último, S.G., el ingeniero -dijo señalando a un hombre con barba y vestido con unos jeans y chaqueta de traje que me saludo con la cabeza.
-Entonces -se me acercó Lucho golpeándome por la espalda-. ¿No querés saber de qué se trata?
-Contamé, ¿Cuál es el gran plan?
-Vamos a hacer el robo del siglo, amigo -me dijo sonriendo y acercándose a la mesa donde estaban todos los papeles.
-Vistes cuando venías por la calle Obligado, cerca del Club de San Isidro un banco de Santander Río ¿No?
-Sí, ¿por qué?
-Bueno, ese banco tiene en su caja fuerte tres millones de dólares y los papel de las transacciones corruptas del Juez Grimaldi. Conseguimos los planos. No preguntes cómo porque no te lo podemos decir, pero lo importante es que tenemos los planos y que tenemos el mejor plan que te puedas imaginar, un plan con el que vas a terminar saliendo en un gomón y los policías ni se van a enterar -me dijo con una sonris macabra.
-Hagámoslo entonces -le sonreí pensando en los millones de dólares con los que me iba a quedar.
La noche antes del trabajo no pude dormir, repasé en mi cabeza una y otra vez las rutas, los minutos que teníamos que durar con cada cosa y como se verían los billetes en mis manos.
Nos dividimos tres y tres en cada uno de los autos que J.Z había robado, según le había indicado F.A., sin armas ni violencia. No queríamos otro cargo más al del robo. Mientras L.V. manejaba yo iba detrás, reloj en mano, repasando en mi cabeza como teníamos que entrar. Aparcamos en un descampado cerca de la zona y nos bajamos del auto para disfrazarnos. A.T. se puso una peluca rubia y una bata de médico, S.G. y J.Z. iban vestidos de civiles, no iban a entrar sino que eran la vigilancia y la carrocería, esperando a que salieramos por los túneles, L.V. iba con una máscara de V de Vendetta, una peluca negra y traje, y F.A. llevaba un sweater negro de cuello alto con un pantalón negro y un pasamontañas negro que le tapaba toda la cara.
Abrieron el maletero del auto y sacaron varias escopetas, me pasaron una y cuando sentí lo liviana que era y su extraña textura les pregunté.
-¿Qué es este L.V.? ¿Es de plástico? -le dije mirándolo extrañado.
-Sí, amigo, no queremos nada de violencia -me respondió con una sonrisa.
-Somos ladrones, no asesinos -replicó F.A. por atrás.
-Además -dijo J.Z. acercándose-, si nos atrapan con armas de plástico tenemos cinco años menos de condena, porque no se puede considerar robo a mano armada.
Yo puse cara de preocupado.
-Igual, no nos van a atrapar -me dijo A.T. dándome un par de palmadas en la espalda.
-Espero que no se ponga fuerte la cosa -les respondí.
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