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Mientras el policía se daba vuelta no tuve mucho tiempo para pensar. Le pegué un fuerte golpe con la culeta de mi arma en la cabeza y mientras caía al piso me acerqué para agarrar a la mujer.

-¿Qué pasó? ¿Tenés un arma de verdad? -me dijo enojado mientras me acercaba a él con el cuerpo dormido del policía y la mujer caminando en frente mío.

-Después hablamos.

Le dije a la mujer que se quedara quieta con el resto de lo rehenes y ella llorando se sentó en el suelo.

-¿Está muerto? -me dijo apretando la madíbula.

-No, solo lo gelpeé.

-Estás loco, dijimos sin armas. Andaté de acá, llevalo a algún lugar y esposalo bien y anda para la bóveda. No quiero más líos.

Deje a A.T. gritándole a los rehenes y al policía para que se quedaran callados y diciéndoles que solo duraría unos minutos y después se irían. Pero no fue así. No todos los planes salen de la mejor manera.

-Más te vale que no te muevas -le dije al policía mientras lo volvía a tirar de rodillas al piso y le ponía una venda en la boca. Me miró con una cara de odio que poca gente podía hacer, pero aun así sigue con mi trabajo. Lo esposé a la estufa del baño, le puse una venda en la boca y otra en los ojos y un segundo par de esposas en los pies ancladas a la otra estufa al lado de la primera. Y así lo deje, retorciéndose como un gusano media elevado en el aire  por las esposas. Pobre hombre, se quedaría ahí un largo par de horas.

Me acerqué rápido a la caja fuerte, L.V. y F.A. ya habían logrado abrirla y estaban metiendo todo el dinero que podían en los bolsos.

-¿Qué hacés acá? -me dijo F.A. sin levantar la vista.

-Un cambio de planes. Los vengo ayudar, solo quedan dos minutos hasta que las camionetas lleguen -les dije mirando el reloj y agachandome para agarrar los fajos de dinero.

<<Chicos, urgente, escúchenme, tenemos un problema>> Se escuchó algo distorsionado desde la radio que F.A. llevaba en su cinturón.

-Mierda -dijo incorporándose- ¿Qué pasa S.G.? -le respondió.

<<Están llegando. Ya está la poli a una cuadra>>

-¿Qué? -dijo enojado L.A. desde la otra parte de la caja fuerte- Pero si no pasaron ni los seis minutos.

-Los guardias lo deben haber presentido y sonaron la alarma antes. Ese pelotudo de J.Z., le dije que no se estacionara tan cerca -dijo F.A.-. Bueno, cambio de planes. Vamos a negociar con ellos. Tenemos que hacer todo el tiempo que podamos.

-L.V., encargate vos de negociar, distraelos, que piensen que estamos bien loco y que no tenemos otro plan que el de entrar a los tiros e irnos.

Lucho sonrió cuando escuchamos las sirenas de la policía.

-Me encanta actuar de loco -dijo parándose para salir de la caja fuerte hacia donde estaban los rehenes.

-Entonces, ¿cómo nos vamos a ir ahora? -le pregunté una vez que L.V. ya estaba fuera.

-Mira, vos quedaté tranquilo. Nos vamos a ir, solo que más tarde. Pensá que así tenemos más tiempo para buscar lo que mas nos interesa, los papeles. Ayudamé a revisar todas y cada una de las cajas privadas, ahí deben estar.

Empezamos a revisar. Las fuertes sirenas de los policías me hicieron voltear para ver desde donde estaba por el ventanal del banco las grandes camionetas celestes y blancas estacionadas fuera con hombres patrullando con escopetas. Sonó el teléfono del banco y L.V. con una sonrisa macabra se acercó a atender.

-Buen día señor policía, ¿En qué le puedo ayudar? -no escuché lo que le dijeron pero él sonrió y asintiendo con la cabeza dijo-. Bueno, por ahora creo que nos vamos a quedar con los rehenes y todo así tranquilito como está, pero vuelva a llamar en un rato y vemos -dijo colgando.

El teléfono volvió a llamar pero esta vez no atendió.

-Bueno, me parece que nos vamos a tener que quedar un buen rato. Llevemos a los rehenes a un lugar más cómodo -dijo dándole palmaditas en la espalda a A.T., que lo miró confundido y asustado.

Llevaron a los rehenes a las oficinas y los separaron en grupos pequeños, todos ellos esposados, atados y encerrados bajo llave en los pequeños cubículos de las oficinas del banco.

Luego de un rato aparecieron por la puerta de la bóveda A.T. y L.V..

- ¿Cuánto vamos a tardar? -le preguntó L.V. a F.A.apenas entraron.

-Necesitamos abrir una segunda bóveda. Los papeles no están en ninguna parte.

-Ese no era el plan -le dijo enojado A.T..

-Bueno, el plan tampoco era que llegara la policía o que los papeles se encontraran en otra bóveda, pero pasó así, ahora hay que negociar con los polis y estar calmados para que esto no se nos vaya de las manos -le respondió F.A.. Ahora, vos y yo tenemos que ir a buscar al gerente para que no abra la otra bóveda y L.V. y vos -dijo señalandome- vayan a negociar con la policía.

 

L.V. era un verdadero actor, mientras hablaba con la policía por los rehenes parecía que se divertía, hasta que llegó el grupo Halcón y las aceras de enfrente se empezaron a llenar de camionetas, cámaras de televisión y periodistas, teníamos que recordarnos que teníamos la mejor puerta de escape y que ellos nunca se la iban a poder imaginar, pero el miedo a que entraran y nos apresaran asustaba.

-¿Quieren que liberemos a los rehenes? -le preguntó L.V. al hombre detrás del télefono sarcásticamente-, bueno, eso no lo podemos hacer pero podemos llegar a un acuerdo. Les liberamos cuatro rehenes si nos traen cuatro pizzas grandes de muzzarella, dos de jamón y queso y una de cebolla. Sí, en serio te digo -le dijo cortando rápido antes de que volviera a preguntar algo.

-¿Vos estás loco? -le dije cuando colgó el teléfono- ¿Acabás de pedir pizzas? ¿Cómo carajos pensás que las van a entrar?

-Ellos me dijeron que quería a cambio de los rehenes y es el cumpleaños de una de las rehenes, no la puede pasar en el banco encerrada la pobre piba.

Me quedé pasmado mirándolo cómo se iba hacia la parte de las oficinas para traer a los cuatro rehenes que había solicitado.

 

 

Había hecho muchos robos, pero nunca me hubiera imaginado en un banco, rodeado de policías, cantándole el feliz cumpleaños a una niña pequeña con unas pizzas del bar de la calle de enfrente.

-Bueno, ahora a repartir -dijo L.V. mientras empezaba a cortar las pizzas con un cuchillo que había encontrado en las oficinas.

Estábamos en una de los cubículos donde se encontraba la cumplañera, una niña pequeña junto a su madre que no sabían si reír por lo cómico de la situación o llorar porque estaban encerradas. L.V. repartió la pizza entre los seis rehenes que se encontraban ahí y nos dio a nosotros, luego, fue cubículo por cubículo repartiendo pizzas a otros rehenes. Entonces, con una pizza de doble muzzarella en mis manos empecé a revisar la nueva bóveda que ya habíamos logrado abrir.

-Tenga, una porción por su colaboración -le dio L.V. al gerente del banco.

Cuando nos quedamos solos en la bóveda nos sacamos las máscaras y con montones de billetes a nuestro alrededor empezamos a comer las pizzas sentados sobre los bolsos. Nunca pensé que me vería en una situación tan peculiar, pero no tenía nada de extraordinario comparada a las que nos siguieron en las siguientes horas.

 

 

-En cualquier momento se van a  cansar y van a entrar -le dijo A.T.enojado-. Tenemos que irnos F.A., ya lo escuchaste a J.Z. en la radio, si no nos vamos pronto van a entrar y nos van a agarrar.

-¡Todavía no tenemos los papeles! Tenemos que seguir buscando, por algún lado van a estar.

-¡A la mierda con esos papeles! ¡Tenemos ocho millones de dólares! Con eso nos alcanza y nos sobre como premio.

-Bueno, voy a preparar la huída, mientras ustedes dos sigan buscando.

Me quedé quieto mirándolos, sentí el fierro del arma en mi bolsillo y pude imaginarme todos los ocho millones para mi solo. Podía yo también hacer un cambio de planes.

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